PADRE, MADRE: ACOJO, CON ADMIRACIÓN, RESPETO Y PESAR, VUESTRA (ÚNICA) HERENCIA \ LA GRAN FALACIA DE MIS PROGENITORES ES ERIGIRME COMO UNA MÁS DE LA CASTA DE LOS HONRADOS
Porque los principios
no dan trabajo
ni pagan facturas,
ni siquiera rescatan
a la conciencia nublada
porque mis llantos
resguardados en la almohada
no sirven para nada
porque ser leal a una misma
es destruirse
porque sólo enraízan
la
constante
sensación
de
fracaso
y la rabia, muda,
pero latente – aquí – latiendo
en una víscera de seiscientos gramos exactos
muy enferma de verdad
muy enferma de respuestas.
LA ZAPATILLA DE MI MADRE
I
De pequeña,
por cabezona,
la suela me enrojecía el culo.
Ahora,
rozando yo la treintena,
ella alimenta mi natural tozudez:
sigue golpeándote contra la pared,
tarde o temprano se abrirá una grieta.
II
Sí, mamá.
Con mis cuernos rotos
haré un hueco p e q u e ñ i t o
por el que pasarán los que están esperando
detrás de mí
porque yo ya habré muerto
de puro cansancio.
LA RU(T)INA DE PAPÁ
Todas las puñeteras mañanas,
a la misma hora,
mi padre vomita
con el estómago vacío.
Arroja al váter
la angustia de saber
que ser honrado
tiene un precio.
ANA PATRICIA MOYA
IMÁGENES: Kyle Thompson