
LOS CUENTOS DEL NUNCA ACABAR
I
Algunas tardes, me contaban cuentos
casi idénticos a otros mil que (re)conozco
son tan predecibles los mendigos del afecto
el asunto acababa con un “vamos a mi casa”
- o frase similar -
y con mi “voy al baño, enseguida regreso”
- o excusa similar -
desaparecía sin dejar rastro
- y jamás hubo reproches:
somos fácilmente sustituibles -
sin ganas de ser la anestesista de sus temores
qué pereza daba participar algunas tardes
en cuentos casi idénticos a otros mil que (re)conozco.

II
Cuando quedaba algunas tardes
para que me contaran cuentos casi idénticos
a otros mil que (re)conozco,
sólo tomaba un vaso de agua,
ellos y ellas, tan escasos de sinceridad,
yo, ahorrándome refrescos y cafés
durante sus monólogos estériles
porque prefería gastar el dinero
en libros y fotocopias de apuntes,
en el fondo, somos todos muy parecidos:
somos igual de pobres y egoístas.
III
Controlaba durante los encuentros las manecillas del reloj
más pendiente en que señalaran el límite
de aguantar discursos de fariseos
aunque disimulaba - siempre existía un atisbo
de esperanza: de ahí la paciencia - alguna
que otra vez recriminaban mi actitud
sí, admito que fui maleducada, como vosotros,
que sois hijos pródigos de Pinocho
con feo y tosco corazón de madera
hay tanto patetismo en mí como en vosotros
de ahí la soledad
porque los hombres y las mujeres
que conocen su rumbo dan miedo:
por eso, siempre estarán solos.
IV
Ya no quedo algunas tardes para que me cuenten cuentos
casi idénticos a los otros mil que (re)conozco
he pagado por mis errores de juventud
ahora sólo malgasto mis horas en leer cómics, alquilar películas,
o (intentar) masturbarme con la idea de una honestidad imposible
en otras manos dignas del privilegio de mis caricias,
sé que en todos los rincones ellos y ellas perseveran
en la caza de solitarios - tantos damnificados por las filosofía
Disney y la de convertir cuerpos en cosas con bultos y agujeros -
el instinto de la perra vieja me advierte:
el mundo se extinguirá con el último gesto de afecto
entre hombres y mujeres,
y por eso, porque estoy hasta el mismísimo coño
de que me repitan los cuentos casi idénticos
a otros mil que (re)conozco,
yo
ya sólo me trago los cuentos de los silencios incómodos,
y los “no te podemos contratar porque tienes más de treinta”.
ANA PATRICIA MOYA
Ilustraciones: Hiroko Shiina
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