EL EJE IMAGINARIO, de Rosario Troncoso (Ediciones En Huida), tres poemas

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CIEN MUSAS DIMINUTAS

A lápiz crecían versos orgánicos,
sin otro ritmo que el de los latidos.

Dueñas absolutas de cada poema
cien musas diminutas,
bellas hadas púberes, invitadas
a la hora del café,
ensayaban bailes en servilletas.

Aún hay restos de azúcar,
entre sílaba y sílaba.

 SIGUE LA FUNCIÓN

La lluvia dentro de un teatro vacío,
y ecos fantasmales en el patio de butacas.

Aquel olor de las noches de estreno.
El programa de mano con tu nombre.
El crujir de las tablas
tus ojos de maquillaje, de luz,
sosteniendo mi gesto en el proscenio.

El viento trajo escenarios distintos,
otra música, otros
aplausos, otra ovación, nuevas glorias.

Es lo que pasa en el mundo.
Todos los teatros siguen la función
justo después de ti.

FRAGILIDAD

Anoche en el silencio fui frágil.

El aire licuó la sangre y los huesos.

Los restos del pasado y de la carne
se aferraban con fuerza a mis tobillos
como monstruos ciegos bajo la cama.

El frío, a dentelladas, arrastró mi voz
eternamente lejos. 

ROSARIO TRONCOSO

LA PUNTA DEL ICEBERG, antología coordinada por Nacho Montoto – Tres poemas

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TENGO 15 AÑOS

Lápiz en los párpados, barro en las uñas, sangre en la vagina.
Tengo 15 años y estoy cubierta de miedo y miel.
Me quemo los nudillos de tarde en tarde.
Engullo carne, harina, azúcar, engullo plástico. Aceite coagulado pastando por mi pleura.
Tengo 15 años y la boca hinchada. Soy virgen. No paro de escribir en las paredes, voy dibujándome estrellas en los talones, llaves en los tobillos.
Tengo 15 años, un novio de 4, manchas en los ojos y una ruta favorita de camino al hospital.
15 años, vestido roto, ampollas en los pies, una soga al cuello, miles de tinteros en la garganta, y hambre.
Tengo tanta hambre que muerdo las columnas de cemento, desgarro las manzanas y el algodón, y si te pusieras delante te mordería a ti con tal de machacar algo con las muelas, y llenar mi estómago, y mi diafragma, estrujar algo entre los dedos y que derrame jugo.
Tengo 15 años y alergia al zumo de la fruta. Beso las naranjas sin podar, aún cubiertas de hojas, como augurio de muerte y dolor.

María González

CASUÍSTICA-CINEFILOGENÉTICA

La culpa la tuvo Bette Davis
por dejar que se aprendiera el papel.
Judy por no haberle
pedido el libro de quejas de vuelta a Kansas.
Greta por callarse tan pronto
después de que le enseñaran a sonreír las musarañas.
Vivien por no haberle arrancado a mordiscos la camiseta a Marlon.
Rita por no haberle pegado en la entrepierna antes de ponerse a llorar.
Marilyn por hacernos el amor sin avisar.
Ava por pedir las dos orejas y el rabo.
La culpa la tiene Grace por cambiarse tanto de corona.
Marlene por ser el único hombre de la Paramount.
La culpa es, sin lugar a dudas, de Joan Crawdford
por quejarse sin razón en su silla de ruedas
queriendo sustituir a Bette.

Jesús Leirós

DÍA CERO, FRAGMENTO

No tuve opción.
Los gallos cantaban la muerte en un espectáculo sin fin.
Los niños tiraban de las faltriqueras de sus madres.
La inocencia sólo resultó ser el canto oculto de la moneda.
La mano abierta, el golpe seco.
No hubo ocasión de fingir.
Los hombres estaban esperando la putrefacción de la carne.
Laderas de huesos humillaban sus pies
y eran sonoros los besos en las bocas equivocadas.
Por eso nunca podré ser igual que tú.
El crepúsculo estallaba en mil aullidos.
Los perros formados ladraron sus cadenas
poderosos, conscientes, verdaderos,
lo seríamos siempre en otro tiempo
aquí hay un cementerio fijo, constante, extendido ante mis ojos.
Y a fin de cuentas, el fin. No somos tan diferentes.

Estefanía Cabello

 

UNA RESEÑA DE «MATERIAL DE DESECHO» (por Manuel Guerrero Cabrera) Y DOS POEMAS INÉDITOS PARA LA SEGUNDA EDICIÓN

PORTADA FINAL MDD

“Material de Desecho (mierda en el corazón)”, de Ana Patricia Moya Rodríguez (Ediciones en Huida, 2013). Poesía. ISBN: 978-84-941027-4-5.

Decía Camilo José Cela que «todas las generalizaciones son falsas, incluso esta», por lo que también lo es que tomemos de esta manera el título del poemario de Ana Patricia Moya (Córdoba, 1982) como Material de desecho”. En efecto, no por ello hay que desdeñar los versos de esta joven autora escéptica y pluriempleada, responsable de los volúmenes “Bocaditos de realidad” (Groenlandia, 2006 y 2012) y “Cuentos de la carne” (Groenlandia, 2010), así como de la muy destacable revista “Groenlandia”, que rige, no sólo con determinado afán, sino también con atractivo arrebato.

Leí en una ocasión de don Manuel Alcántara, poeta y articulista que se me ha hecho imprescindible, algo así como que hay una variada gama de grises que nadie atiende cuando el mundo se empeña en verlo todo blanco o negro. En esta obra de Ana Patricia, la serie de grises es tan diversa que nos hace pensar en que lo correcto hubiera sido llamar a la obra Material de deshecho, pues la autora se deshace, se fragmenta, se reparte por cada poema, por cada verso, por cada palabra, como si miráramos en un caleidoscopio que nos ofrece multiplicado el corazón atravesado por una puntilla que se presenta en la cubierta.

El poemario se divide en cuatro secciones. La primera, «Estropajo, polvo y libros», posee composiciones de aire reflexivo para presentar el estilo de la autora y es un medio de conducción a la segunda parte:

“Cielo, dejemos a los poetas con su oficio, / que yo ya tengo bastante con mis miserias… / …y con mis tres empleos”.

La segunda parte, «Eso que llaman amor y que se le parece», ofrece una visión muy personal del amor, entre el sarcasmo, la ironía y la verdad de la mentira, entre la pasión, la sinceridad y la soledad de la compañía. Causan herida los poemas breves, que recuperan en nuestro ánimo alguna cicatriz que creíamos olvidada, como en “El amor es como la política” o “Un instante”. Sin embargo, son de mi preferencia aquellos en que Ana Patricia, habituado a su ingenioso juego de palabras y de imágenes (por ejemplo, “Amor sintético”), añade sugerentes mensajes y metáforas para mostrar lo lúcido de su verbo y, por qué no, para que no todo sean generalizaciones:

“Testigo: el colchón. / Aromas de fruta mezclados. / El mundo en tu vientre”.

De las cuatro secciones, la más lograda es «Sesos, exilio y poesía», pues contiene los poemas de mayor calidad y de mayor belleza de la poética (que en verdad es una antipoética) de nuestra autora. Basta con leer los siguientes ejemplos, desde el intenso “Por cada milímetro de mi piel” hasta el impresionante y humilde “El mejor poeta del mundo” para vernos obligados a no desechar este libro:

“Por cada milímetro de mi piel / tendréis tatuajes de palabras invisibles, / palabras que son testigos de mi existencia”.

“[…]me autocastigo. Escribo diez veces: / la poesía es inútil, la poesía es inútil […] / Y no escarmiento: / mañana nacerá otro poema”.

“El mejor poeta del mundo \ es mi padre: \ jamás ha escrito versos \ pero sus manos grandes y sufridas \ son ásperos poemas \ de vida”.

«Nada ha cambiado… (Ochos años después)» se titula la parte final que, a modo de epílogo dividido en dos capítulos, recoge más poemas sobre las dos primeras secciones del libro. Llama la atención el cambio de estilo en los últimos poemas, aunque mucho más el regalo de “Epílogo”, que de una dedicatoria a otras artistas como Kahlo, Dickinson o Woolf, pasa a un contrapunto, por un lado, al humor “Que en paz descansen todas ellas. Amén” y , por otro, a la reafirmación de la postura antipoética del yo en su parte final:

“Porque no aspiro a nada, porque sólo aireo mis miserias \ como si fuera asquerosa basura… \ …como el material de desecho que suda mi corazón”.

No quiero cerrar este artículo sin atender a dos de las virtudes de la poesía de la cordobesa Ana Patricia Moya en Material de desecho (mierda en el corazón)”. La primera es la nota humorística basada en lo intenso del contraste, como observamos en “Petición típica de fin de año”, “Miénteme” o “Claro que existe el amor”, con el resultado final del desengaño. La segunda es la versatilidad de su verso, que es la que permite esa visión caleidoscópica, arriba mencionada, de su corazón, como nos avisa desde el principio:

“Mi corazón: \ material de desecho”.

Sin la aportación de las voces del estilo de Ana Patricia, que nos recuerdan que hay más de una visión poética que la dictada desde festivales y editoriales para un público selectivo, caeríamos en un descuido alejado de las azucenas, del que nos avisa nuestra poeta con una generalización que sabemos a ciencia cierta que no es falsa:

“El peor poeta del mundo \ es el orgullo”.

 

Manuel Guerrero Cabrera

Algunos poemas incorporados para la segunda edición de «Material de Desecho»:

EL (H)AMOR EN TIEMPOS DE GUERRA (DONDE CUALQUIER COÑO ES TRINCHERA)

Recuerda

que estas manos que paseaban

por tu piel pálida

eran las suyas.

 

Recuerda

que estos labios que murmuraban

a tu oído mil secretos y mentiras

eran los suyos.

 

Recuerda

que este desecho de mujer

                                            esta sustituta del fracaso

no te quiso

 

ni te querrá nunca.

 

ANTROPOLOGÍA

Existen seis tipos de poetas:

los que abrazan la belleza del silencio,

capaces de radiografiar tu interior para sostenerlo,

con delicadeza, entre sus manos,

 

los que se alimentan de lo único que poseen,

un corazón demacrado y ermitaño que escupe poemas

como piedras para despistar a la miseria,

 

los tristones que se refugian en la desolación,

que se purgan las entrañas con una exhaustiva lista de lágrimas,

seres tragicómicos que anhelan, pero jamás actúan

 

los cazadores que disparan poesía, temerosos de la soledad

y que pretenden calentar la cama conquistando a hombres y mujeres,

cautivos contemporáneos del gimnasio y la anorexia,

 

los que prosperan con su talento,

luchadores natos – ya casi extintos – que recorren

un sendero empedrado, sin pisotear cuellos,

 

y los que se creen poetas:

tiranos y mediocres que se veneran

entre sí, que juegan a ser ídolos [corruptos].

 

A los que no escriben versos, bendecidlos.

A los hambrientos, admiradlos o maldecidlos.

A los llorones, ignoradlos.

A los amorosos, utilizadlos para sexo compasivo.

A los guerreros, respetadlos.

Y con respecto a los últimos,                                         

 

huid, huid de ellos lo más lejos posible:

algo tan grande como la poesía se les escapa de las pezuñas,

y porque, como cita aquel refrán tan sabio,

no se hizo una miel tan exquisita para las bocas de los asnos.

 

(Poemas para la segunda edición de «Material de Desecho»).

ALGUNOS POEMAS DE «PÍLDORAS DE PAPEL» (próximamente) E INÉDITOS

 

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FILIA RECONOCIBLE

 

Percibes mi particular aroma a esencia de canela;
paladeas mis hombros y tus dedos se impregnan de mí.
Yo me pregunto a qué sabes, e investigo tu piel,
curiosa, como un niño jugando al escondite;
me consagro con calma a tu cuerpo semidesnudo:
las horas transcurren repasando toda tu geografía
de surcos, simas y lagos; mi lengua, mis dientes
anhelan reconocer como territorio propio
tu nuca, tus muslos, tus tobillos. Y aún embriagada de ti,
mi interior corrobora, con resignación,
la jodida respuesta, esa misma que se repite en un bucle infinito.

La madrugada anuncia la despedida definitiva.
Sí. Es lo de siempre. Qué aburrida estoy. Lo de siempre.

 

De nuevo, el sabor a decepción.

 
NUNCA

 

Sin pulso firme
descarno
la agonía
en pedazos.

Yo no soy poeta:
yo violo a mi angustia
hasta que mis dedos tiemblen

en el borde del abismo.

 

(Poemas de «Píldoras de papel», en prensa).

 

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MI DIOS ES MUJER Y VIVE EN MI CASA

 

La receta casera es simple:
con los dedos salpicados de ternura,
surge el inconfundible y sublime sabor
a cariño. Las croquetas de mi madre
son la perfección absoluta. Soy cómplice
de ese cotidiano ritual en el que prepara
la masa, el pan rallado, el huevo
y, como experta ingeniera en labores,
crea sus artesanas obras de arte.
Sí. Mamá es una gran artista. No yo.
No hay mérito en vomitar palabras
que disparan metáforas tramposas
y limpian la conciencia;
el honor de proteger / mimar a su prole
a base de gestos (los chistes, los reproches,
la ropa planchada, las incursiones al supermercado,
los abrazos, las confidencias)
la convierten en la mejor poeta de todos los tiempos habidos y por haber
(que me perdonen desde arriba la Plath, la Sexton y la Pizarnik),
capaz de transformar lo más sencillo
en la demostración de amor más hermosa.

Porque si las descendientes de Eva fueran como mi madre,

yo sería un p o q u i t o menos misógina.

 

(Poema de «Yo soy lo que dicen mis manos», poemario inédito).

 
ESTIERCOL

 

Me parece perfecto, poeta laureado,
que comprometas tu talento al bien común,
que dispares certeros poemas contra la pesadumbre
que azota sin compasión este cadáver de sociedad

insisto, me parece perfecto,
aclamado poeta por el público y la crítica,
con miles de seguidores en las redes sociales,
que pretendas aniquilar, con tu voz única y especial,
la escoria que desborda este planeta abandonado,

aunque deberías primero barrer toda la mierda
que se acumula peligrosamente en tu ombligo
y en tu íntimo círculo de colegas simpatizantes,

sólo así, podrás jugar a ser revolucionario, “poeta”.

 

(Poema de «Tundra», poemario inédito)

Chen-Wei-Mossy-Room-2011-Color-Photograph-Archival-Inkjet-Print-150cm-X-180cm

Imágenes: fotografías de Chen Wei.

SOBRE «MATERIAL DE DESECHO» (reseña de Javier Gallego) Y ALGUNOS POEMAS DEL LIBRO

PORTADA FINAL MDD

“Material de Desecho (mierda en el corazón)”, de Ana Patricia Moya Rodríguez (Ediciones en Huida, 2013). Poesía. ISBN: 978-84-941027-4-5.

Ana Patricia Moya, aka “Periquilla Los Palotes”, es según sus propias palabras: “Pluriempleada. / Joven y mujer. Mano de obra barata”; “eterna becaria”. Estudió Relaciones Laborales y es Licenciada en Humanidades, con un Máster en Textos, Documentación e Intervención Cultural y un Postgrado en Community Manager y Social Media; arqueóloga, bibliotecaria, joyera, fotógrafa, profesora de clases particulares, gestora documental, poeta y directora de la interesantísima Editorial Groenlandia, especializada en publicaciones digitales. Tiene publicados libros de poemas como “Bocaditos de Realidad” (Groenlandia, reedición del 2012), “Píldoras de papel” (Huerga & Fierro Editores, 2015, edición española; Cinosargo Editorial, 2015, edición chilena), que acaba de salir, y el libro de relatos “Cuentos de la Carne” (Groenlandia, 2009).

El libro está dividido en diversas secciones: “Estropajo, polvo y libros”, “Eso que llaman amor y que se le parece”, “Sesos, exilio y poesía” (quizás la más poética de todo el lote), y “Nada ha cambiado (ocho años después)”; es en Eterna becaria, donde mejor se mezcla la voluntad lírica con la voluntad social. La poesía de “Material de desecho” es interesante tanto en la forma como en el contenido. En la forma, Ana Patricia Moya combina diversas opciones tipográficas, desde el poema en prosa hasta el juego tipográfico cercano al caligrama, pasando por los “cuasi” haikus; poemas muy cortos, apenas dos versos a poemas de mayor envergadura.

La materia prima de los poemas de Ana Patricia Moya es su propio corazón, que aparece atravesado en la portada por un clavo enorme, una especie de ajuste de cuentas interior, por eso dedica el volumen: “A ti, / la puta herida que me transformó / en lo que soy ahora”. Sin embargo, el mundo interior, el sentimiento de dolor, de depresión conecta de una manera natural con la situación social y económica: “Cielo, dejemos a los poetas con su oficio, / que yo ya tengo bastante con mis miserias… / …y con mis tres empleos”. La conexión entre la intimidad y la crisis económica se está viendo cada vez reflejada con más fuerza en la literatura (recordemos la novela “La trabajadora”, de Elvira Navarro). Ejemplos, muchos: “El amor no une. / Une la hipoteca” (Amor sintético), “El amor es como la política: promesas que jamás se cumplen”. Pero no es un desengaño amoroso lo que lleva a la comparación con la crisis, no es aquel verso de Bécquer, “pienso cual tú que una oda sólo es buena / de un billete del Banco al dorso escrita”: es la certificación de que los asuntos del corazón van tejidos íntimamente con las circunstancias históricas concretas como en el último poema antes del epílogo: Maldita jaula de emociones que está destrozando la poca voluntad que me queda…

Desencanto, dolor, mentiras, paradojas, humor, ironía, el sarcasmo, la mala baba, la ira como instrumento frente al mundo. La certeza de que vamos a caer en las mismas trampas: “Y no escarmiento: / mañana nacerá otro poema” (La penitencia del poeta). En cierta forma, heredera rebelde de la poética romántica, del yo frente al mundo, del hurgar en el interior para ofrecerlo como sacrificio al altar de la poesía: “Porque no aspiro a nada, porque sólo aireo mis miserias / como si fueran asquerosa basura… / como el material de desecho que suda mi corazón” (Epílogo).

La autora se alinea con otras grandes mujeres como Frida Kahlo, Sylvia Plath, Emily Dickinson y Virginia Woolf con la escritura como terapia: “Y siguen diciendo que la poesía no es necesaria…” (Retorno al planeta Prozak) o Poema: instrucciones de uso: “Uno: utilizar en casos depresivos / cuando métodos naturales o químicos / fallen o no estén al alcance. / Dos: / escribir, escupir, vomitar lo que duele / en cualquier tipo de superficie blanca. / Y tres: / guardar en el cajón / y celebrar el ahorro en psiquiatra”.

El vocabulario de Ana Patricia Moya se mueve con soltura entre las imágenes poéticas, el ingenio, la ironía, el humor, las metáforas audaces y el lenguaje más procaz y cotidiano, las marcas, una antipoética: “Rechacé las flores y tus putos poemas. / Sabías que no quería ni detalles ni palabras de amor. Tú escuchabas: ‘quiero hechos’ / Y ahora me dejas tirada, como si fuera un trapo sucio. / Creo que resulto demasiado cara.” (Exigente). Y a la vez, palabras sencillas para sentimientos y admiración: “El mejor poeta del mundo / es mi padre: / jamás ha escrito versos / pero sus manos grandes y sufridas / son ásperos poemas / de vida.”

Desde “Bocaditos de realidad”, la autora ha crecido, ha madurado su lenguaje poético, su actitud ante el mundo y la poesía, sin dejar de tener una voz propia. Esa voz que blasfema contra el mundo y que mira las manos de su padre, una voz feminista que denuncia y una voz dulce que es consciente de la belleza del mundo, una voz irónica y posmoderna, actual y rebelde, frustrada e ilusionada. Mitad punk, mitad romanticismo, que en el fondo son dos maneras de enfrentar la desilusión de las utopías, pero, como un luchador sin esperanza, continúa en el taller de la poesía y de la vida, aunque “el amor sigue siendo una puta mierda”.

“Material de desecho” es un libro de poemas sin desperdicio, donde podemos encontrar a una poeta a la vez segura e insegura, dolida por el amor y enamorada, herida y agradecida al mundo, aplastada y luchadora. Un poco como todos nosotros.

Javier Gallego

Algunos poemas del libro:

ARQUEOLOGÍA II

Piedras.
Sólo hay eso:
piedras y más piedras.
Restos de historia,
piedras que se amontonan,
que resisten, estoicas,
al paso del tiempo.

Las ruinas son como los recuerdos,
pesadas e inamovibles
de la memoria

                            y del corazón.

TERRORES Y TRAUMAS

Me dan pavor los payasos del circo.

Pero mucho más los que van sueltos por la calle.
Te engatusan con chistes fáciles sobre el amor
y hacen crueles malabarismos con tus sentimientos.

Van sin maquillar y sin la nariz roja postiza.
La verdadera máscara te la muestran
cuando se bajan los pantalones o las bragas.

I GOT YOU UNDER MY SKIN

I’ve got you deep in the heart of me
so deep in my heart
that you’re really a part of me.
(Frank Sinatra)

A pesar de tus latigazos
en mi espalda,
amor, te tengo debajo de la piel,
corres por la sangre de mis venas de borracha a un ritmo de vértigo,
te has empotrado en ese trozo de carne
                      que sólo late,
desgarrándome las arterias con los dedos,
acariciando, dulce y cruel, esos recuerdos
que jamás en la vida podré borrar.

Sí, cariño, te tengo debajo de la piel;
de hecho, siempre has estado ahí…
                                                               …aunque yo, en ti, esté
rota y arrugada en el fondo de tu papelera.

HISTORIA DE ALMOHADA (CUASI NO HAIKUS)

Cadenas

Hambre de tu piel.
Sed de tu boca.
Esclava de tu cuerpo.

Dedos deslizándose

Testigo: el colchón.
Aromas de fruta mezclados.
El mundo en tu vientre.

No-amor

Sábanas húmedas.
Aliento cálido en mi nuca.
Mi corazón ausente.

SOLEDAD ACOMPAÑADA

La soledad es un estado de ánimo.

Sola. Así estoy, después de comprobar
que la fidelidad no existe:
hasta el puto consolador es infiel
cuando se le agotan las Duracell.

A mis pies,
la moderna enfermedad
de mi época.

Ana Patricia Moya («Material de Desecho», 2013, Ediciones en Huida).